La simple consecución de una vivienda digna ha dejado de ser un fin en sí mismo. La confortabilidad, la calidad de vida y la vuelta a la naturaleza son ocupaciones importantes para las personas que adquieren una vivienda unifamiliar.
Muchos encuentran actualmente respuesta a estas inquietudes en una casa de madera gracias a su facilidad de integración, respeto absoluto por el entorno, calidad y calidez del material noble empleado, e incluso y no por menos importante, ahorro en costes.
Entre todos los materiales de construcción la madera es el único natural y renovable. Las operaciones de transformación del árbol en madera son mínimas y apenas necesita energía, en comparación con otros materiales tradicionales.
La casa de madera nace en el bosque, ese pulmón de la tierra que genera oxígeno, fija el anhídrido carbónico y reduce el efecto invernadero, un medio en el cual se elabora el más ecológico de los materiales: la madera.
En cualquier latitud en la que nos encontremos y sean cuales sean las especies arbóreas, el bosque ha de ser mantenido y cortado de forma ordenada para que su ciclo natural continúe, contrariamente a lo que defienden algunos ecologistas radicales.
Una vivienda sana.
Las casas de madera son casas que respiran: absorben y expulsan la humedad regularizando así la del medio ambiente interior. Contribuye a evitar dolencias de reumatismo y de las respiratorias, por estabilizar la humedad, y filtrar y purificar el aire.
Nuestro metabolismo, influido por las radiaciones y los campos electromagnéticos de la tierra, puede sufrir en una casa tradicional los efectos de una verdadera caja de Faraday. La de madera, permeables a las radiaciones naturales, no distorsionan estos sutiles campos contribuyendo así a la salud.
Las propiedades acústicas de la madera son ampliamente reconocidas: absorben una parte importante de la energía de las ondas que recibe, con la consiguiente reducción de la polución acústica. La casa de madera es una casa silenciosa, lo que reduce el estrés de sus habitantes.
Alvar Aalto y otros grandes arquitectos con una verdadera preocupación humana, supieron aprovechar y resaltar los valores simbólicos de la madera, reconociendo el paralelismo entre nuestro entorno físico y nuestra vida intelectual y espiritual.
Sus posibilidades de adaptación y su flexibilidad no conocen límites: apertura de huecos, grandes luces, adaptación al entorno, y una enorme variedad de texturas, formas y colores como atestigua la arquitectura vernácula tradicional.
La facilidad de integración en los entornos más naturales, promulga un estilo de vida sana y equilibrada que es contagiada de manera inevitable por las personas que viven en una casa de madera.
Confortabilidad, calidad de vida y economía energética.
La madera es compatible con todos los materiales de construcción a los que aporta sus especiales cualidades.
La construcción en madera añade a sus propios valores aislantes, la posibilidad de incrementar éstos con mucha más facilidad que en los sistemas tradicionales y con menor pérdida de superficie útil.
En los países de climas extremos la construcción en madera es una buena prueba del alto nivel de acondicionamiento térmico y acústico, contribuyendo por supuesto, a un consumo energético menor que en los sistemas tradicionales.